La conversion Del Imperio Romano
La situación religiosa en el imperio romanoLa decadencia política, social y económica del imperio estuvo acompañada por el relajamiento moral y la desintegración religiosa. Algunos romanos volvieron a adorar con renovado fervor a sus antiguos dioses: Júpiter, Marte, Minerva. Otros buscaron consuelo en la filosofía griega, ante todo, en el estoicismo que enseñaba que el hombre debía conformarse con su destino por injusto e incomprensible que pareciese. Muchos se entregaron a los misteriosos cultos orientales: el culto de la diosa egipcia Isis y la adoración del dios persa Mitras cuyo símbolo era el toro. Estos cultos prometían la resurrección y una vida de eterna felicidad. En todo el imperio se impuso como culto oficial la adoración del emperador divinizado. Pero ninguno de estos sistemas y ritos pudo dar una respuesta a la angustiosa pregunta por el sentido de la existencia y el fin último de la vida humana.
Jesús y el cristianismo:
Jesús nació durante el gobierno de Augusto en el pequeño pueblo de Belén en Judea. Algunos decenios antes, Pompeyo había hecho tributaria a Judea. Luego los romanos impusieron al rey Herodes, quien dejó triste fama como tirano. Finalmente Judea fue hecha provincia, siendo administrada por gobernadores romanos.
A los 30 años de edad Jesús abandonó su hogar y empezó a predicar la Buena Nueva del Reino de Dios, de la salvación eterna y del amor al prójimo. Acompañado por doce fieles discípulos, los apóstoles, recorrió durante 3 años los campos y pueblos de Palestina.
Durante largos siglos los profetas habían anunciado que algún día Dios enviaría a un Mesías, para crear un nuevo reino de Israel. Muchos judíos creyeron que Jesús era, efectivamente, el tan esperado Mesías, pero vieron en él un dirigente político que los dirigía en la lucha contra los romanos para recuperar su independencia y establecer un poderoso reino terrenal. Mas, Jesús no pensaba en una rebelión política, sino en una liberación moral y espiritual. Muchos judíos se desilusionaron y se volvieron contra él. Jesús fue condenado y entregado a las autoridades romanas. El procurador Poncio Pilato lo hizo morir en la cruz.
El Edicto de Milán, el fin de las persecuciones:
El emperador Constantino continuó la obra de transformación del poder imperial iniciada por Diocleciano, complementando las reformas administrativas esbozadas por su antecesor. Pero si en materia política Constantino mantuvo el rumbo de Diocleciano, no sucedió lo mismo en materia religiosa: lejos de perseguir con saña al cristianismo, para eliminarlo, proclamó oficialmente, por el edicto de Milán (313), la tolerancia para la religión cristiana.
Desde el principio de su reinado, Constantino varió fundamentalmente la política tradicional anticristiana del imperio romano. En efecto, al año apenas de ascender al trono, promulgó el edicto de Milán (313), por el cual se establecía la tolerancia para la religión cristiana.
El edicto de Milán estableció una amplía tolerancia religiosa expresada en los términos siguientes: "Hemos resuelto acordar a los cristianos y a todos los demás la libertad de practicar la religión que prefieran, a fin de que la divinidad que reside en el cielo, sea propicia y favorable, tanto a nosotros como a los que viven bajo nuestro dominio. Nos ha parecido un sistema muy bueno y muy razonable no rehusar a ninguno de nuestros súbditos, sea cristiano o pagano, el derecho de practicar la religión que mejor le convenga. De ese modo, la Divinidad suprema, que cada uno honrará libremente, podrá acordarnos su favor y su benevolencia acostumbrados. Es digno del siglo en que vivimos y conviene a la tranquilidad de que disfruta el imperio, que todos nuestros súbditos tengan la completa libertad de adorar al Dios de sus preferencias, y que ningún culto sea privado de los honores que se le deben." El Edicto agregaba luego que los cristianos disfrutarían de los mismos derechos y privilegios que los paganos, y que se les devolverían los bienes que se les habían confiscado durante las persecuciones.
El edicto de Milán señaló el comienzo de una política de constante protección hacia el cristianismo. Constantino le otorgó, poco a poco todas las ventajas de las que hasta entonces habían disfrutado los cultos oficiales del imperio. Eximió de impuestos a los sacerdotes cristianos, porque los paganos poseían ese privilegio, y ayudó a la construcción de numerosas iglesias, de igual modo que se había ayudado siempre a la erección de templos para honrar a los antiguos dioses. Otro de los actos de Constantino, concerniente a la nueva religión, presenta una particular importancia: fue el reconocimiento oficial del domingo, el día del Señor, como día de descanso obligatorio, generalizando, así, para todo el imperio, la práctica de honrar a Dios con un día de descanso, costumbre que antes había sido exclusivamente cristiana.
El reconocimiento, por el emperador, del descanso dominical, benefició especialmente a los esclavos, que hasta entonces trabajaban todos los días de la semana, sin excepción. La decidida protección de Constantino al cristianismo continuó manifestándose durante toda su vida. Sin embargo, Constantino continuó siendo pagano, y mantuvo el titulo de pontífice máximo que le confería la dirección suprema de todos los antiguos cultos tradicionales del imperio. Sólo en sus últimos momentos pareció haberse convertido al cristianismo, haciéndose bautizar.