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lunes, 14 de marzo de 2011

La Revolucion Gloriosa O la septembrina.

MIRAD ESTO!!


Revolución de Septiembre de 1868 (la Gloriosa)

Proceso revolucionario liberal acontecido en España en 1868 y que tuvo como primera consecuencia el 
derrocamiento de la reina Isabel II. La Revolución estalló el 17 de septiembre en Cádiz. 
La crisis política del reinado de Isabel II había aparecido mucho antes del estallido revolucionario. El sistema 
político del momento se basaba en una Constitución, la de 1845, de carácter conservador. El problema radicaba 
en que la Constitución no se cumplía por la continua ingerencia de la Corona. A esto se sumaba la clara
preferencia de la reina por el partido moderado, al que favorecía descaradamente, despreciando la opinión de los 
electores. Debido a ello, los progresistas se veían abocados a acceder al poder a través de continuos 
pronunciamientos y golpes militares (en el verano de 1864, en abril de 1865 y en enero y junio de 1866), todos 
ellos reducidos por el gobierno, pero que crearon un clima de inestabilidad continuo. 
La revolución de 1854 permitió la aparición de un tercer partido, la Unión Liberal del general Leopoldo O'Donnell, 
que trataba de aglutinar a ambos partidos, pero que fracasó en el intento debido a la gran distancia que los 
separaba. En 1868, el partido moderado, tras veinte años en el gobierno, estaba totalmente desgastado y 
desprestigiado por los escándalos que se habían sucedido durante ese tiempo. 
El ejército, en el que habían ingresado elementos de la media y la baja burguesía, desempeñó un papel 
fundamental en la organización y dirección de los primeros momentos revolucionarios. De igual manera, la 
creciente proletarización de los pequeños artesanos y del elemento campesino, mayoritario en el tejido 
económico del país, ostentó un papel fundamental en el alzamiento.  



La Revolución se originó como un clásico pronunciamiento militar desencadenado por la burguesía pero, a 
diferencia de lo ocurrido en otras ocasiones, esta vez se produjo una adhesión profunda del pueblo, descontento 
por la crisis agrícola y las malas condiciones de vida; la fuerte crisis comercial y económica que se arrastraba 
desde 1866 debido al incremento de la especulación, al abuso del crédito y a la escasez de dinero real había 
llevado a los banqueros al borde de la banca rota, a los industriales al borde de la quiebra, a los ahorradores al 
descontento al ver como sus ahorros cada vez tenían menos valor e incluso había afectado a los propietarios de 
tierras, que veían como éstas se depreciaban continuamente.


El 12 de septiembre de 1868 Prim, Zorrilla y Sagasta se dirigieron a Gibraltar, mientras que Serrano abandonaba 
el exilio canario rumbo a la península. El 17 Prim se trasladó a Cádiz, donde el Almirante Topete se había 
sublevado con la escuadra gaditana bajo el grito de ¡Viva España con honra!, dando con ello inicio a La Gloriosa. 
Dos días más tarde llegaron los generales unionistas y algunos líderes civiles como Sagasta. Prim se hizo cargo 
de la situación y nombró una Junta revolucionaria que pasó a controlar la ciudad de Cádiz. La Junta proclamó un manifiesto con los principios básicos de la sublevación: sufragio universal, libertad de imprenta, abolición de la 
pena de muerte, de las quintas, supresión del impuesto de consumos y elección de unas Cortes constituyentes 
con el objetivo de decretar una nueva Constitución. 
Serrano y Prim se hicieron cargo de la organización militar; Serrano ocupó Sevilla y Málaga, Almería y Cartagena 
se sublevaron; mientras, Prim al mando de tres fragatas se dirigía por el Mediterráneo hasta Cataluña. La
revolución se extendió por toda la península. Desde Andalucía marcharon 
hacia Madrid, mientras las fuerzas leales a Isabel II, mandadas por el 
marqués de Novaliches, se organizaron en la capital y salieron al encuentro 
del ejército revolucionario. Ambas fuerzas se encontraron el día 27 en las 
cercanías de Córdoba, sobre el puente de Alcolea. La habilidad militar de 
Serrano decidió el combate en favor de los sublevados, con lo cual el camino
hacia Madrid quedaba libre de todo obstáculo. A partir de ese momento y a 
lo largo y ancho de la geografía española surgieron innumerables Juntas 
provisionales revolucionarias cuyos componentes excitaban al pueblo a la 
revuelta con consignas radicales destinadas a conseguir la más amplia 
movilización posible. En Madrid, y tras varias crisis fugaces, el general 
Concha se declaró neutral en el conflicto y entregó el poder a la Junta 
revolucionaria, que ya se había formado, con lo que Isabel II, que veraneaba 
en Lequeitio, se exilió en Francia el 30 de septiembre sin renunciar a la 
corona. A principios de octubre se constituyó en Madrid un gobierno provisional 
dirigido por Serrano y en el que Prim ocupaba el ministerio de Guerra, 
Topete el de Marina, Zorrilla el de Fomento y Sagasta el de Gobernación. La primera medida de este gobierno 
fue eliminar las diferentes juntas revolucionarias surgidas por toda la geografía nacional y centralizar el poder en 
Madrid. El gobierno provisional tuvo que enfrentarse con la grave complicación de la insurrección cubana, el grito 
de Yara, que surgió como reacción contra la inadecuada política colonial de los gobiernos isabelinos y que inició 
la larga guerra de los Diez Años. El segundo paso importante del gobierno fue el de integrar en el mismo a las 
diferentes fuerzas que habían tomado parte en la Revolución: los demócratas, de los que se escindieron los 
republicanos, los unionistas y los progresistas. De acuerdo con las ideas democráticas de soberanía nacional 
expresadas en unas Cortes Constituyentes elegidas por sufragio universal, se decidió con la oposición de los 
republicanos la constitución de España como una monarquía parlamentaria, para lo que era necesario la 
búsqueda de un rey que ocupase la vacante corona. Esta tarea se le encomendó a Prim, que tras un largo 
proceso encontró al candidato en la figura de Amadeo I de Saboya Tras la Revolución, el ambiente en ciudades y pueblos era de plena euforia pacífica, apenas hubo sucesos 
violentos. Todo el mundo mostraba una ilimitada esperanza en la nueva situación y un optimismo utópico en que 
por fin se realizarían las grandes ilusiones del pueblo en busca de mejores y más justas condiciones de vida. El 
apoyo popular a la gloriosa revolución fue inmenso y marcó el inicio de la toma de conciencia de una forma clara 
de sus razones y de su fuerza, de tal manera que la cuestión social, hasta entonces mero objeto de curiosidad 
filantrópica o de caridad religiosa, comenzó a convertirse en el problema social.  

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